Ariel está atrapada en una nave que se dirige a un planeta lejano, pero está decidida a huir y encontrar el modo de volver a casa.
El amor de Ariel por su hermana Carmen y por su mejor amiga Trisha siempre ha sido una prioridad en su vida, pero ahora que tiene veintiocho años, está lista para empezar a centrarse en lo que ella misma quiere: cuidar animales abandonados. Es entonces cuando el grupo de mujeres se ve secuestrado por alienígenas, y el plan pasa a ser huir y encontrar la manera de volver a casa.
Mandra Reykill sabía que su hermano mayor estaba volviendo a casa con su compañera predestinada y las amigas de esta, pero lo que no sospechaba es que su propia compañera predestinada se encontraba entre esas mujeres. Y de repente ahí está, por sorpresa… y atacándolo dolorosamente por sorpresa.
Su dragón está completamente enamorado de la delicada belleza de la mujer, y su simbiótico está encantado con sus suaves caricias y amabilidad, pero lo único que consigue Mandra bajo su forma de hombre es a una mujer cabezota que se niega a reconocer su reclamo sobre ella. ¡Y para acabar de redondearlo, su ordenada vida se ve de repente patas arriba cuando Mandra se encuentra su hogar, y su nave, súbitamente invadidos con alimañas provenientes de toda la galaxia! ¿Cómo puede una mujer invocar a tantos animales?
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―Bueno, pues no puedo ir. Estoy ocupada ―gruñó Ariel antes de cerrarle la puerta a Turek en la cara.
Este se quedó frente a la puerta ahora cerrada, preguntándose qué debía hacer. Jarak le había ordenado que acompañase a las mujeres hasta la sala de transporte. Miró a los otros tres hombres que había frente a la puerta, y estos le devolvieron la mirada y se encogieron de hombros.
―¿Qué quiere decir con que no puede ir? ¿Con qué está tan ocupada? ―preguntó Turek, confundido.
Uno de los guardias volvió a encogerse de hombros.
―No lo sé. Hace una semana que no nos dejan entrar en la habitación; la única vez que las vemos es cuando la mujer de pelo corto sale para pelear con nosotros ―dijo, desviando la mirada hacia la puerta.
―Creo que están trabajando en una manera de destruir la V’ager ―dijo otro guardia―. Llevo oyendo ruidos raros dentro desde el día en que nos obligaron a empezar a dejar la comida frente a la puerta.
―Yo creo que pueden cambiar de forma y convertirse en otra cosa ―intervino el tercer guardia, bajando la voz―. ¿Has visto toda la fruta que comen? Es imposible que coman todo eso y sigan siendo tan pequeñas.
―¿Habéis informado a Jarak de los cambios o de vuestras sospechas? ―preguntó Turek, mirándolos uno a uno.
Los tres negaron con la cabeza.
―A excepción de los ruidos, el que no nos dejen entrar, el aumento de comida y que la de pelo corto envía al menos a un guardia a el ala médica cada día, no hemos notado nada fuera de lo habitual ―dijo el primero con aspecto repentinamente incómodo.
Los otros dos se sonrojaron.
―Quizás deberíamos haber dicho algo ―musitó el tercer guardia, inspeccionando la puerta con desconfianza como si de repente dentro pudiera haber algo más aparte de las dos mujeres.