Secuestrando a Abby

Secuestrando a Abby by S.E. Smith

Secuestrando a Abby

Lores Dragón de Valdier, Libro 1

Abby descubre que una nave alienígena se ha estrellado en su montaña, ¡y muy pronto se encuentra en una aventura hacia otro mundo con un alienígena que puede cambiar su forma a la de un dragón!

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¡El inicio de una saga épica!

Descubre nuevos mundos, choques de culturas, esquemas de poder, venganza, rescates y, sobre todo, esperanza…

Abby Tanner vivía en su montaña creando obras de arte y disfrutando de la paz y tranquilidad, hasta que el rey de los valdier, gravemente herido, se estrelló en sus tierras con su dorada nave espacial.

Zoran Reykill sabía que debía encontrar un lugar seguro para sanar después de escapar de un puesto militar curiziano. Cuando su nave simbiótico lo lleva a un planeta desconocido, encuentra más de lo que espera – encuentra a su compañera predestinada. El único problema es que Abby no entiende nada de lo que él dice, y el sheriff local también la desea.

La internacionalmente aclamada S.E. Smith presenta una nueva historia llena de acción, aventura y romance. Desbordante de su humor característico, vívidos paisajes y entrañables personajes, ¡este libro será otro favorito de los fanáticos!

Teaser/Excerpt:

Abby vio una figura tumbada boca abajo sobre la hierba húmeda. Bueno, si era una alienígena, entonces parecía muy humano, y un humano de gran tamaño. Ella misma no era pequeña con su metro setenta y seis, pero aquel tipo debía superar fácilmente los dos metros.Avanzó con cuidado hasta estar junto a él, notando que tenía el cabello largo y negro y que iba vestido con algún tipo de uniforme con charreteras negras en los hombros. Desde aquel ángulo no le era posible verle la cara, cubierta como estaba por el pelo, así que se inclinó y lo apartó ligeramente, apoyando los dedos durante un momento sobre el cuello. Tenía pulso, aunque débil. Pero lo que más la preocupaba era lo caliente que se sentía la piel.

La banda de oro de su muñeca se movió en cuanto tocó al hombre, convirtiéndose en líquido y descendiéndole por los dedos hasta rodear la garganta del desconocido. Abby temió que fuera a hacerle daño, pero al cabo de un instante la recorrió una sensación de calidez y supo que no sería así.

―No sé lo que eres, pero no tengo la impresión de que quieras hacerle daño ―murmuró casi para sí―.

―Vamos a ver qué pinta tiene nuestro hombre y qué podemos hacer para ayudarlo.Pasó las manos sobre el desconocido, buscando cualquier señal evidente de trauma, antes de girarlo con cuidado hasta dejarlo boca arriba. Tomó aire con brusquedad. Era el hombre más atractivo que había visto nunca. Y también el más magullado. Le rompió el corazón pensar cómo podía alguien herir a otro ser vivo de aquel modo.

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